Atención Eficiente, qué es, porque es interesante y como cultivarla. Parte 2

En la primera parte hemos descrito que es la Atención Eficiente, ese tipo de Atención sin esfuerzo ni intención. Hablamos de la importancia de desarrollarla, para resumirlo, nos aproxima a uno de nuestros más profundos anhelos, el bienestar. Unos cuantos minutos son suficientes para empezar a sentir sus efectos, tanto en la mente como en el cuerpo, algo que merece la pena experimentar por uno mismo. Nos quedamos pendientes de explicar como empezar a cultivarla. Veamos.Hemos dicho que este tipo de Atención se caracteriza por la ausencia de sentido protagónico, es decir, tu “yo” o “tu mismo” han de “diluirse” de algún modo. Déjame que te explique mejor esto a través de una experiencia.

Hace un tiempo, en un retiro de meditación, tuve uno de esos momentos que yo llamo “darte cuenta”. Son momentos en los que de repente surge una clara comprensión sobre algo, momentos por los que merece la pena sentarse a meditar aunque no hubiese mas beneficios. Esos momentos surgen de ese espacio de “no mente” que os voy a describir, y son el conocimiento real, nuestra manera de conocer las cosas de verdad. Algunos de estos momentos son de lo mas transformador, otros no tanto, pero es, en última instancia, lo que finalmente nos libera. Los tenemos muy a menudo aunque no nos demos cuenta.

En esa ocasión, salimos a hacer una meditación caminando por la playa. Yo había salido con mis deportivas, unas que me gustaban mucho y habían sido un regalo. Me las quité para caminar descalzo, pero al poco me dí cuenta de que llevarlas en a mano me impedía mover los brazos con libertad y me plantee dejarlas en la arena para a la vuelta recogerlas. Me apetecía caminar con mayor fluidez y dejar que mi cuerpo lo hiciese de la forma mas natural posible acompañando a la meditación.

Me sorprendí debatiéndome durante unos momentos sobre si dejarlas o no. Aunque la playa estaba tranquila -era por la mañana y en invierno- pensaba en que si las dejaba igual alguien decidía llevárselas, y eran “mis” zapatillas, me gustaban… eran un regalo… por otro lado, no iban a durar siempre -de hecho al poco las tiré por viejas-, eran sólo unas zapatillas y el hotel estaba muy cerca de la playa, tenía otras en la habitación…

Pero profundizando un poco más en porqué me importaba tanto si me las quitaban, me di cuenta de que en realidad no era un calzado sin mas lo que yo evaluaba de ellas, sino que le daba un significado bastante mas elaborado. Unas zapatillas se diferencian de otras precisamente por eso, por el significado personal que tu le das. Me parecían bonitas, lo que significaba que eran de “mi estilo” y el regalo había sido “para mi”, con lo que se habían convertido en “especiales”. Pero por alguna razón me platee porqué le daba tanta importancia a ese “mi”, y sobretodo, que era ese “mi”. Las respuestas, aunque interesantes no vienen a cuanto ahora, pero una de las compresiones mas claras, un “darme cuenta” fue que ese “mi” o “yo” era en realidad el problema. Las zapatillas eran valiosas para contribuir a mantener ese “personaje” con ese estilo, con esa personalidad, en definitiva para ser coherente con la parte de mi historia con la que había decidido identificarme, la que por alguna razón yo consideraba me aportaba algún valor y quería conservar.

Y muy claramente me di cuenta: no podría ser libre completamente hasta que ese “yo” desapareciese. Aunque había conseguido desarrollar un personaje bien adaptado socialmente, basado en un sistema que me proporcionaba bastantes mas recompensas que disgustos en ese momento de mi vida, me daba cuenta totalmente de que en el fondo era también el origen último de los malestares. No había duda, para vivir plenamente antes tenía que morir… no mi cuerpo físico, ni yo mismo, no tengo el mas mínimo instinto suicida, mas bien había de “morir” mi identificación con mi historia, con aquella parte de mi historia a la que le daba valor, y pretendía mantener. La parte de nuestra mente que nos separa.

Y ahí empezó mi indagación personal en ese nivel, que difícil es “matar” al personaje!!. En realidad ya estaba en el lugar adecuado, en los retiros y otras actividades de meditación no paran de repetirte que el origen de los males va en esa dirección, pero, no vale, así no vale, el conocimiento no es transferible. Conocer es experimentar por ti mismo y eso nadie te lo puede dar, a lo sumo, señalar por donde está.

Finalmente decidí dejarlas en la arena. A la vuelta seguían estando, pero todavía perturbaron la sesión en determinados momentos. Más adelante, en una puesta en común de la experiencia en grupo, al ir escuchando a mis compañeros, iba comprobando como podía identificarme con cada casi cada una de las cosas que contaban, y entendí… en realidad yo no podría empatizar con ellos si en mi no existiesen los mismos matices, las mismas virtudes y defectos que contaban, y me di cuenta, una vez más, de que aquello que escuchaba de ellos… era yo mismo!! y no en un sentido poético o espiritual, diría mas bien en un sentido estrictamente psicológico. Podía ser que en ese momento de mi vida yo estuviese manifestando o no alguno de esos rasgos, pero formaban parte de mi personalidad en mayor o menor grado y o estaban manifestándose o se habían manifestado en el pasado en mi vida, sino no me sería posible reconocerlos en los demás.  Y el paso fue inevitable, decidí diluir, intencionadamente al principio, el espacio que había entre mi y el que hablaba. Decidí que iba a escucharlos no con la compresión de alguien al que le pasaban las mismas cosas sino como si realmente fuese yo mismo el que hablaba. Y descubrí una de las maneras que mejor me han ido personalmente para diluir gradualmente la identificación con mi historia, de “diluirme”: mirar a los demás como si realmente fuese yo mismo, a pesar de que por momentos no sea nada fácil.

Pero esa no es la herramienta que pretendo que uses. Te lo cuento para ilustrar la importancia de encontrar ese lugar en el que ese yo desaparece. Seguro que la mejor herramienta es la que cada uno encuentre por si mismo, la que mejor le vaya. Pero me he comprometido contigo en explicarte algún pequeño “atajo” y eso es lo que te contaré ahora. Existen muchas posibilidades, voy a contarte una de ellas.  Recuerda, lo único que te va a valer es lo que experimentes por ti mismo.

El ejercicio consiste en utilizar precisamente aquello que pretendes modular, los contenidos mentales, para encontrar el lugar en el que no están. Cierra los ojos e imagínate, con la mayor cantidad de detalles posible varias imágenes, por ejemplo, un prado verde con su hierba alta, un cielo azul que ocupa el resto del espacio, un par de nubes blancas, puedes darle al forma que quieras, un buen sol de medio día, un árbol con manzanas rojas y un perro que se mueve por el prado. Date un par de minutos para ir poniendo todas las cosas progresivamente y otro par para recrearte en los detalle. Después vete quitándolos, uno a uno. Quita el perro, quita el árbol, quita el cielo, quita el sol, quita las nubes y quita el prado. Quítalo todo. Y hazte una pregunta, ¿que queda?.

Pueden pasar varias cosas, pero lo mas habitual es que la respuesta sea… nada! Y ese nada tiene una serie de características, las que nos importan: es uniforme (habitualmente en tono oscuro), no tiene límites espaciales, aunque tampoco lo abarca todo (al menos de momento), y hay ausencia de contenidos mentales, esto es… no existe identificación con tu historia y por tanto con tu “yo” ya que esta procede, aunque con varios matices, de tus contenidos mentales -emociones y pensamientos-. Eso es! ese es el lugar, en el que permanecer. No hagas absolutamente nada, sólo quédate observando, sin intención ni esfuerzo. Vale, es cierto, al principio requiere un poco de esfuerzo mantener la atención ahí. Muy probablemente surjan pensamientos que viene y van, y muy probablemente te acabes “enroscando” en mas de uno. No pasa nada, a medida que practiques, serás mas y mas capaz de mantenerte ahí con menos esfuerzo, hasta que de repente percibas que lo mas fácil y económico es precisamente quedarse ahí. Pensar si que requiere energía! y ni te cuento soportar la innumerable cantidad de estímulos sensoriales de un día cualquiera! Nos pasa a todos, pero no somos conscientes de ello.

Ya la tienes, una herramienta simple al extremo, pero muy muy eficaz. Aunque la herramienta en sí no sirve de nada, lo interesante está después, en la práctica. Incorpórala en tu día a día y, como te decía en la primera parte, se un científico aséptico, observa lo que sucede, que ojalá sea un rotundo NADA! para ir viendo después que tal estás viviendo.

 

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